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¡Sangría española: un cóctel muy español!

Espera, espera, espera, espera… empecemos por el principio: la sangría… ¿¡un cóctel!?

Pues sí. Si atendemos al diccionario, «cóctel» en su primerísima definición implica una…

Cóctel
Bebida alcohólica que se prepara mezclando licores con jugos u otros ingredientes.

¿Qué es la sangría?

Básicamente, la sangría es, tal y como acabamos de ver, un cóctel hecho, en este caso, con vino tinto seco y otros ingredientes.

Y, precisamente por ser un cóctel, no hay una forma única de prepararla. Es más, a su respecto y como decimos en España, «cada maestrillo tiene su librillo», lo que viene  a significar que cada cocinero, coctelera o mixólogo —como queráis llamarle— tiene su propia fórmula mágica e infalible al momento de preparar esta bebida que, no obstante, sí que es la bebida española más internacional. Y es que hoy por hoy —en las múltiples definiciones que pueda tener esta deliciosa bebida— no debe de haber lugar en el mundo donde no consigas una sangría.

De hecho, en el ranking de bebidas del mundo que realizó la CNN en 2018, la sangría —considerada una bebida 100% española— quedo en undécimo lugar (lugar nº11).

La sangría española… ¿necesariamente un antídoto contra el calor?

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Pues no, ni mucho menos. Que sí, que una sangría puede ser lo primero que se nos venga a la cabeza a la hora de pensar en esos días de calor que, en España son en verano y en Ecuador en invierno, tantas ganas nos dan de combatirlo con bebidas frías de toda clase, pero eso no significa, por otra parte, que la sangría sea una bebida exclusiva del verano.

Y no es que su contenido en vino —o en otros licores incluso, dependiendo, como decíamos antes, de quien la prepare— nos vaya a «meter en calor». Es simplemente que —al igual que otras bebidas frías que consumimos a lo largo del año— la sangría es ideal para cualquier momento en el que queramos disfrutarla. Cualquiera.

En España, de hecho, la sangría es tradición en reuniones familiares o de amigos, da igual en qué estación del año estas tengan lugar. Como decimos en el Chankete: 

«Con sangría y paella, la vida es mas bella».

¿De dónde proviene el nombre «sangría»?

Puede que ya hayas intuido —o que siempre te haya sonado— la relación de la palabra «sangría» con la palabra «sangre».

De hecho, según el diccionario, antes de llegar a su séptima definición —que es la de la bebida que nos ocupa— hay otras seis definiciones de «sangría» que tienen que ver con la sangre, como, por ejemplo, «la acción de sangrar a un enfermo que se hacía en el pasado con fines curativos».

Sea el que fuere el caso, es obvio que la sangría —en tanto que bebida— se relaciona a la sangre, en primer lugar, a través de su color; pero es que, además y para lo que pueda servir, también hay cierta parte de su historia que la hace emparentar a una cosa muy española que no a todos los españoles les gusta por igual: la realeza. Y es que sangría, al parecer, no solo tiene que ver con la sangre sino con la «sangre real»; de «sangre real», «sangrea» y, de ahí, a sangría.

Conozcamos más de la historia de esta bebida tan «españolísima» a continuación.

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¿Cuál es la historia de la sangría?

Son varias las leyendas que se cuentan al respecto de su origen.

La primera dice que, alrededor del 1800, la primera sangría nació de la necesidad de los campesinos españoles y portugueses de refrescarse durante sus largas jornadas de trabajo aprovechando lo que tenían a mano: vino, melocotones, manzanas y cítricos. Lo mezclaron todo junto y… ¡pum!, la sangría había nacido.

En cambio, la segunda de las leyendas data de alrededor del año 1700 y tiene como protagonistas a los marineros británicos, quienes habrían ideado una forma de contrabandear vino de la forma más inadvertida —y menos adulterada— posible; así, haciendo pasar al licor por zumo de frutas y mezclándolo con ron con miel, especias y trozos de frutas locales, trataron de sacar la mayor cantidad de vino posible de España… Eso sí, se dieron cuenta de lo más que deliciosa que estaba la mezcla resultante… tanto que acabaron eligiéndola sobre el «caldo» original (esto es, el vino en sí mismo).

Una última, emparentada como decíamos anteriormente con el tema de la realeza española —y que tiene mucho que ver con esa otra historia del origen de las tapas que ya contamos con anterioridad en este mismo blog—, es que a los reyes no solo les encantaba beber vino, sino que, en tanto podían hacerlo en exceso, no se cortaban un pelo al respecto… y se pillaban unas borracheras… ¡madre! Así que para que el vino no les agarrara ni tan pronto ni tan fuerte, comenzaron a licuar el vino en otros jugos no alcohólicos y a echarle frutas que, cuanto menos, les diera algo en lo que entretenerse entre copa y copa…

¿Cuál de ellas es la más cierta? Pues no lo sabemos nosotros… y dudamos que lo hagan los historiadores (¡que para algo son leyendas!). Lo que sí sabemos es que como sabrosa, la sangría, en tanto que bebida alcohólica no tiene parangón… y que no puede faltar antes o después en una mesa de comida española… ¡o en una fiesta!

La sangría… ¿mejor para comer o para festejar?

Pues esto depende, como casi todo en la vida, del gusto del consumidor —nunca mejor dicho—. Habrá quien prefiera tomar su comida con un buen vino por aquello del maridaje… y habrá quien prefiera sangría (como habrá quien prefiera una cerveza o cualquier otra bebida, ¡qué cosas!).

Sin embargo, prefieras la bebida que prefieras con tu comida, es cierto que saber preparar una buena sangría para una fiesta multitudinaria es, sin duda, un éxito asegurado. En España, en multitud de celebraciones, preparamos un balde bien grande en el que vertemos todos los ingredientes de la sangría llegando a hacer decenas de litros de una sola tacada; balde del que los invitados a la velada se sirven con una cuchara sopera cada vez que quieran tomarse un vaso.

Bueno, y ahora lo importante, ¿no? ¿Cómo se prepara una sangría 100% española?

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¿Cómo se prepara la sangría española?

Pues, una vez más y tal y como hemos dicho antes, «cada maestrillo tiene su librillo»; esto es, no hay una receta única. Hay proporciones. El vino (tinto y seco, eso sí), por ejemplo, nunca debería ocupar más —tampoco menos— del 50% de la receta. Eso es algo como un acuerdo tácito con el que todo entendido de la sangría se mostraría de acuerdo.

El otro 50%, ya atendiendo a cómo a cada uno le guste más prepararla (y bebérsela), puede ser una combinación de licores (brandy, vodka, ron…), jugos (naranja, limón), sodas (gaseosa de limón, gaseosa de naranja…), azúcar y especias.

Otro truquillo —o, simplemente, una forma de hacerla— es el de la maceración de la fruta. En lugar de picar la fruta directamente en el brebaje, se pica con antelación y se sumerge en el licor, el azúcar y las especias. Luego —dependiendo de lo fuerte que se quiera servir la sangría— se descarta o no el licor y son esas frutas las que, en lugar de «guarnición» sirven de base para hacer la sangría —a la que, dependiendo del gusto del cocinero de la misma— acabará agregándole más azúcar y especias… o no. Pero, sin duda, estas frutas puede que te hagan sentir más que feliz cuando comiences a darle bocaditos… Jeje.

Respecto a la fruta, tradicionalmente se han utilizado plátanos (guineos en Ecuador) y melocotones (duraznos). Generalmente, se evita usar frutas que puedan soltar mucho jugo a no ser que queramos que estas frutas aporten su sabor a la mezcla. Igualmente, hay que considerar que, dependiendo de en qué circunstancias se sirva, convendrá o no utilizar frutas cuya fermentación tiene lugar de forma rápida (como la piña o las fresas).

Pero una vez se conoce la base de la sangría… ¡lo demás es probar, inventar y descubrir!

¿Se sirve con hielo la sangría?

Cualquier purista te diría un rotundo, enorme y grandilocuente «¡NO!». Una cosa es que los ingredientes con los que se prepare, por supuesto, tengan que estar lo más fríos posible, claro está. De hecho, quizás sea esta la única de las ocasiones —quizás junto al kalimotxo y otros cócteles españoles— en los que el vino ha de estar frío de antemano. 

Otra cosa muy distinta, por otro lado, es utilizar hielo. El hielo va a aguar la sangría… y, además, a provocar una fermentación más pronta de la fruta. Y pocas cosas hay más desagradables que un vino aguado… salvo una sangría en la que la fruta ya fermentó.

Purismos aparte, la sangría tibia tampoco es que sea de lo más apetecible, así que si has de ponerle un poco de hielo a la sangría… hazlo en tu copa, de modo que la jarra o el balde donde tengas la mayor parte de la sangría no sufra modificaciones en relación a la que haya sido su preparación original.

La sangría española: conclusiones

Pues ya conociendo todo lo que hasta aquí se ha hablado de la famosísima sangría española, de aquí en adelante tienes dos opciones principales: la primera, hace lo que tu creatividad y buen gusto te dicten; y la segunda, por supuesto, venir al Chankete a disfrutar de la única sangría 100% española de Salinas.

¿Quieres compartir con nosotros alguno de los secretos de tu sangría? Pues no dudes en hacerlo… ¡sorpréndenos con ellos!

¡Salud! 🥂

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