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Ballenas jorobadas en Ecuador: el proceso migratorio y otras curiosidades

Llega una de las mejores temporadas de la costa ecuatoriana: la del apareamiento —y, por tanto, la del avistamiento— de ballenas. Desde aquí, el blog del Chankete, te seguimos compartiendo esta serie de artículos sobre las ballenas jorobadas en los que te contamos todo lo que necesitas saber para disfrutar de una experiencia sin parangón. 

¿Cómo se llaman en realidad las ballenas jorobadas?

Las ballenas jorobadas, cetáceos que viven en todos los océanos del mundo, tienen como nombre científico el de Megaptera novaeangliae, que significa «ala grande de Nueva Inglaterra». Este nombre se refiere a sus gigantes aletas pectorales, que pueden llegar a ser  que pueden crecer hasta los casi 5 metros de largo así como por el primer lugar donde los balleneros europeos se encontraron con ellas por primera vez: las costas de Nueva Inglaterra.

El viaje de las ballenas jorobadas

~ Encyclopædia Britannica ~

Cada año, a medida que llega el frío a los mares del Pacífico Sur, las ballenas jorobadas comienzan el proceso migratorio que habrá de llevarlas a aguas más cálidas en las que poder olvidarse de sus abultadas dietas diarias durante unas semanas para centrarse en tareas igualmente importantes: las del apareamiento, la concepción y la reproducción. 

Las ballenas jorobadas —Megaptera novaeangliae—, los «gigantes gentiles del océano», comienzan a llegar a las costas ecuatorianas —así como a otras muchas costas en latitudes semejantes—, en primer lugar, para dar a luz a las crías que concibieron el año anterior.

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Y es que, tal y como indicamos en este anterior artículo acerca en el que comentábamos curiosidades relativas a la vida sexual de las ballenas jorobadas, la gesta de una cría de ballena jorobada dura 11 meses, por lo que es normal que la ballena hembra, ya embarazada, se vaya de vuelta a las frías aguas antárticas y regrese a las cálidas aguas ecuatorianas al año siguiente con el objetivo primero de dar a luz.

Así, desde comienzos de junio —incluso a veces ya a finales de mayo— y hasta finales de septiembre, estos colosales marinos, cetáceos de entre 15 y 19 metros en promedio y de entre 30 y 40 toneladas, viajan durante aproximadamente 5 semanas para recorrer los aproximadamente 6.500 kilómetros que las separan, desde la Antártida, de las costas ecuatorianas para dar la luz, aparearse, reproducirse y amamantar a sus crías —lo que, por cierto, supone uno de los movimientos migratorios más largos de toda la fauna planetaria—.

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Una ballena jorobada puede llegar a nadar a una velocidad de 25 kilómetros por hora, si bien suelen hacerlo más lento en el proceso migratorio que habrá de traerlas a Ecuador, deteniéndose, además, en el camino a descansar y socializar cuando lo encuentran pertinente. Las madres nadan junto a sus crías, con las que  a menudo se tocan en lo que los científicos han determinado como obvias muestras de afecto.

Sin embargo, las ballenas jorobadas —podría decirse— son bastante introvertidas, ya que si bien muchas de sus poblaciones son considerables, más que a menudo no se congregan juntas. De hecho, en su mayor parte, viajan por lo general en parejas o grupos de, máximo, tres o cuatro individuos —manadas generalmente formadas por una madre ballena y sus hijos o por algunas ballenas amigas—.

Nuevas curiosidades sobre las ballenas jorobadas

Las ballenas jorobadas no tienen dientes

Las ballenas jorobadas no tienen dientes, sino «barbas», unos filtros que actúan como colador separando el agua de todos los pequeños pescados y crustáceos que comen para alimentarse.

Las ballenas jorobadas no respiran automáticamente

Eb primer lugar, las ballenas jorobadas no tienen uno, sino dos orificios nasales, uno para cada uno de sus pulmones —que, por cierto, son del tamaño de un automóvil—.

Ahora bien, ¿cómo es eso de que una ballena jorobada no respira automáticamente? Pues sencillo: resulta que las ballenas jorobadas tienen que pensar en respirar —mientras que nosotros, los humanos, lo hacemos automáticamente como parte de nuestros mecanismos neurológicos.

Además, a la hora de irse a dormir, las ballenas apagan solo la mitad de su cerebro cada vez, de modo que utilizan el otro medio para seguir acordándose de salir a la superficie del océano a respirar.

Sus marcas abdominales son como nuestras huellas dactilares

Las marcas abdominales de las ballenas son diferentes en cada una de ellas. Tanto, de hecho, que se las podría comparar con las huellas dactilares de los humanos. Y es que los científicos, de hecho, las usan para poder identificar las diferentes ballenas que en cada momento estén estudiando.

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